11 de diciembre de 2007

Teatro

- Me moría de ganas, querida, de verte otra vez.
Repetimos la misma obra de teatro, sin pensarla, automática, sabemos los papeles a la perfección, cada diálogo; cada movimiento esta calculado y ensayado miles de veces, no hay nada que pueda salir mal. Y no... No puede salir mal, porque borramos hace rato los paradigmáticos límites que separan el mal y el bien, porque de eso se trata esta obra... A eso apuntamos, desde el principio, a pesar de todas las modificaciones que se le hicieron al libreto final.
Se levanta el telón, comienza la función y todo se desarrolla según lo planeado... Todo, hasta que algo se quiebra, hasta que me doy cuenta que yo quería tu papel, y me pierdo en lo que digo... Todo, hasta que te das cuenta que quisieras ser tu personaje y te vas de lo planeado... Pero, ¿qué pasa?, el show debe continuar...Siempre, pase lo que pase, debe continuar. Reacciono, retomo lo dicho, vuelvo a mi papel, sumisa, sabiendo que no se puede cambiar a la mitad de la obra. Volvés, te das cuenta de que nunca vas a ser ese personaje, pero mientras dure la obra podrás simular serlo y sos feliz con eso.
Se baja el telón, saludamos...Nos vamos volviendo cada uno a su realidad, a su personaje mas utilizado, hasta que al día siguiente vuelva a levantarse el telón y todo siga igual.
Cuántas veces quisimos cambiar el libreto, la obra, cuántos personajes fueron y vinieron hasta darnos cuenta de que sólo trataba de dos, de nosotros y esa paradigmática lucha... Y, ¿sabés qué es lo peor? Que aprendimos tanto el libreto que ya no queremos cambiarlo, que a pesar de todo queremos que el show continúe, que pocos momentos disfrutamos tanto como ése en el que se levanta el telón y todo comienza a rodar y comenzamos como siempre, con el mismo diálogo.
La paradójica obra que nunca se renueva, pero nunca pierde vigencia, no dice nada nuevo y agrega algo todos los días. La obra que todos ven y nadie ve al mismo tiempo, porque, en última instancia, sólo vos y yo, los protagonistas, sabemos de qué se trata. Y así sigue en cartel, siempre presente, siempre al día, y, obviamente, siempre con los mismos actores... Todo en honor a que el show debe continuar. Y tal vez un día la obra se termine, y decidamos que no se vuelva a levantar el telón, tal vez un día finalmente consiga tu papel, pero ya no quiera representarlo. Tal vez asumas de una vez lo que sos y ya no quieras ser otro, ficticio, y por lo tanto, no quieras seguir actuándolo. Y el día que eso pase, el día que el telón no vuelva a subir, el día que se apaguen las luces y ya nadie quiera ver lo que hicimos, ni siquiera nosotros mismos, el día que el show no continúe, cada uno tomará nuevos papeles, representara nuevas obras, dejando atrás los personajes que tanto se hicieron carne.
Tal vez te cruce en una obra distinta, o simplemente en el teatro más grande y con más elenco, ese teatro que denominamos calle con ese elenco denominado sociedad. Tal vez te cruce, y con una simple sonrisa, volvamos a nuestro viejo papel y digas, como siempre:
- Me moría de ganas, querida, de verte otra vez.

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